Tabla de contenidos
Emprendedor y domador de emociones
Un emprendedor es ante todo un aprendiz. En sus inicios todo emprendimiento atraviesa distintos momentos en los que se pone a prueba la robustez del negocio, la competitividad de la organización y el carácter de los emprendedores.
Al igual que en un camino de cornisa las decisiones se acotan y el vértigo condiciona las respuestas del emprendedor.
En muchos casos, se trata de emprendedores novatos (y no tanto), el negocio se va definiendo y redefiniendo sobre la marcha. La toma de decisiones estratégicas y los ajustes acerca del perfil de los clientes, de la propuesta de valor, de la construcción de diferenciales, de las personas clave y sus competencias, son frecuentes.
Pero además de los cambios en la empresa y el negocio, hay cambios profundos en el emprededor, que le significan una maduración como persona.
De aquí que además de las competencias para gestionar procesos clave de su negocio y el liderazgo de personas, el emprendedor deberá desarrollar y autogestionar su inteligencia emocional.
La gestión emocional se observa en dos planos, el interpersonal y el intrapersonal. En el plano interpersonal, es importante cuidar el impacto emocional en liderazgo del equipo y la cultura de la empresa. Por otra parte la autogestión emocional intrapersonal le evitaría caer en la ciclotimia que lleva al emprendedor de la euforia a la frustración.
Basándome en las distinciones que estableció Cameron Herold, diferencio los cuatro estados de ánimo que atraviesan los jóvenes emprendedores en los inicios de una empresa y las acciones que sería conveniente seguir para sobrellevarlos.
Optimismo inconsciente
La primera etapa emocional del emprendimiento sucede cuando el proyecto pasa del plan a la acción. Al emprendedor le gana el entusiasmo y todos aquellos que le planteen dificultades son vistos como portadores de malos augurios, ya se trate de empleados, aliados o hasta clientes.
En esta etapa la visión es todo y el estado de ánimo de euforia logra minimizar los problemas y acelerar las decisiones en pos de los resultados. Tengamos en cuenta que al no haber experiencia previa, no hay un escenario exitoso o fallido con el que se pueda contrastar las decisiones.
En esta etapa es conveniente escuchar a todos (especialmente a aquellos con los cuales no coincidimos), reunir datos y decidir pacientemente y basados en datos, evaluando adecuadamente los riesgos y los problemas potenciales derivados de la decisión.
Pesimismo consciente
Este estado de ánimo se manifiesta cuando los primeros resultados no se corresponden con las expectativas. Se potencia además si alguien nos dice “yo te dije…” En esta etapa las emociones que asaltan al emprendedor son la frustración y el miedo.
El problema en este caso es que el desánimo lleve a la generalización y la predicción de un futuro negativo. Por supuesto que no se puede ser indiferentes a los indicadores negativos. Si el negocio no es rentable desde el principio, si la calidad no se puede sostener, si los clientes están insatisfechos, o cualquier otro indicio de problemas serios, inmediatamente hay que intervenir.
Es hora de revisar la hoja de ruta inicial para aprender y hacer las correcciones. Reevaluar las opciones y las acciones, con información realista. Ser conservador en los cambios, minimizando los riesgos.
Crisis de sentido
Al profundizarse la etapa anterior sucede un estado de ánimo de crisis, caracterizado por la incertidumbre y el miedo. En toda crisis la complejidad nos agobia y, en este caso, la falta de resultados hace flaquear al emprendedor.
Es un momento de las dudas sobre la oportunidad de haber hecho el negocio, el ser suficientemente competente para hacerlo. Bajo este estado de ánimo todos los fantasmas que asaltan al emprendedor parece imposibles de derrotar. Un comportamiento común en estos casos es el aislamiento.
Lo que requiere el emprendedor en esta etapa de flaquezas es el consejo y el apoyo de un mentor. Si es posible, además es conveniente tomarse un breve descanso para renovar la mirada. Hacer actividad física o meditar ayuda a cambiar de perspectiva.
En esta etapa emocional es vital mantener una comunicación cercana y positiva con el equipo. Tengamos en cuenta que los estados de ánimo se transmiten más allá de las palabras. Hacer reuniones y participar al equipo en el análisis de los problemas y en la búsqueda de soluciones no solo es indispensable, sino que puede hacer la diferencia que la empresa está necesitando.
Optimismo consciente
Este estado de ánimo positivo energiza al emprendedor. Y esta energía se convierte en el combustible para capitalizar los aprendizajes, replantear los planes y actualizar la visión.
El emprendedor debe comunicar el rumbo, y en los momentos difíciles contener al equipo y transmitirles aliento. En este momento, cuando se empieza a clarificar el rumbo, es un momento clave para alinear y motivar al equipo.
Estos son los cuatro estados de ánimo que atraviesa todo emprendedor en sus inicios. Y como vemos son estaciones necesarias en el proceso de aprendizaje para emprender. Atravesarlos es madurar como empresario y como persona.
¿Qué pensás acerca de este tema?
¿Te reconocés al emprender en alguna de estas etapas? ¿Tenés algún mentor o coach que te acompañe? En base a tu experiencia, ¿Qué recomendaciones podrías hacer sobre la gestión de las propias emociones al emprender un negocio?
Deja un comentario