La procrastinación (del latín procrastinare: pro, adelante, y crastinus, referente al futuro), postergación o posposición es el hábito hábito de retrasar actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras situaciones más irrelevantes o agradables. Personalmente no conozco a nadie que cuando mencione este hábito se sienta orgulloso, de modo que para todos esto es algo de lo que nos sentimos culpables.
Lo que está en juego son los proyectos, la efectividad y hasta la felicidad personal. Este es un tema de fundamental importancia para entender y manejar. Por eso pretendo sumar una visión desde el coaching y algunas distinciones que faciliten el accionar en esta cuestión.
Crónica de una procrastinación anunciada
Pablo vende servicios de refacciones hogareñas en todo tipo de obras. Cuando lo llamaron para que pasara un presupuesto de pintura para el interior de una casa, dejo pasar mas tiempo del debido, aunque finalmente acudió al domicilio del cliente. Tomo las medidas del lugar y realizo unas anotaciones en su libreta. Dada su des prolijidad, prefirió regresar a su oficina para entregar al cliente un presupuesto escrito en su computadora.
Ya en su oficina, Pablo se ocupó de atender las llamadas de algunos clientes y de reunirse con arquitectos para proyectar obras nuevas, que es lo que más disfruta de su trabajo. Tres días después entrego el presupuesto al cliente. El mismo que tenia calculado el día que fue a tomar las medidas. Ese cliente no volvió a llamarlo. Pablo sabe, por experiencia, que uno de los factores que determinan la aprobación de presupuestos es la pronta respuesta. Aun así no logra explicarse por que continua postergando la entrega de presupuestos. Este habito acompaña a Pablo en múltiples situaciones, con diferentes consecuencias.
El ciclo de la procrastinación
Para entender mejor la procrastinación debemos describirla como un hábito compuesto por cinco fases bien definidas, las cuáles se detallan abajo.

Al principio hay un disparador que es el sentimiento de obligación y está materializado por una declaración «tengo que» que tiene un tiempo límite (explícito o implícito) de realización. En el caso de Pablo, la señal es la necesidad de dar una imagen profesional en la entrega de la cotización.
Este sentimiento de obligación pone en marcha el segundo momento, la búsqueda de gratificación inmediata. Cualquier cosa que te de placer y te distraiga de la obligación inicial.
Esta distracción nos conduce directamente a la represión. Debido a que estamos postergando la acción nos sentimos culpables, frustrados o angustiados.
Pero generalmente la cercanía de la fecha límite nos hace despertar y recobrar la responsabilidad. Esta vez asumiendo el compromiso con la tarea postergada. Y este sentido de responsabilidad con nosotros mismos y con los demás desemboca en la acción.
Pero no todos somos iguales, por lo que algunas preguntas pueden ayudar a entender mejor el caso de cada uno. ¿Qué cosas procrastinas? ¿Cuáles son tus pensamientos cuando postergas? Y ¿Qué tipo de distracciones te entretienen?
Los tengo que…
Las asignaciones “tengo que” son precisamente aquellas que, con frecuencia procrastinamos. “Tengo que empezar el gimnasio”, o “Tengo que dejar de fumar”. ¿Cuántas veces te escuchas a vos mismo decir este tipo de cosas?
Las asignaciones o metas personales que se suman a la agenda mental son necesarias para programarse para la realización, pero también dicen mucho del estado de ánimo y al fin y al cabo de la disposición con los que se hace la tarea en cuestión y generalmente también anticipa los resultados que se consiguen. ¿Cambiaría algo si usáramos otra fórmula para reemplazar a los “tengo que”?
Propongo distinguir tres tipos de acciones que nos conducen a diferentes resultados. A estos tres tipos de acciones les llamo Acciones Necesarias, Acciones Imperativas y Acciones Responsables. Cada una de estas acciones está relacionada con una declaración que permite accionar en consecuencia.
Inacciones
Pero antes de hablar de las diferentes acciones disponibles para actuar es necesario diferenciar las declaraciones que no conducen a ninguna acción. Me refiero a las expresiones de “voy a tratar” que muchas veces decimos cómo al pasar y creyendo que detrás de esta formulación pueda haber algún resultado.
Llamo a estas expresiones “inacción”, porque parten de una pobre convicción y un débil compromiso con los resultados que se pretenden alcanzar. Cuando decimos «voy a tratar de acostarme más temprano para descansar mejor», visualizamos una acción sin plan.
En el trasfondo del “voy a tratar” está la falta de compromiso consigo mismo y como tales raramente dan lugar a grandes cambios en la vida. Pensemos en las acciones, cuando alguien dice voy a correr, o voy a aprender a bailar tango, podemos imaginar a esa persona ejecutando esa acción. Pero, ¿qué nos imaginamos si alguien dice, voy a tratar?
Acciones Necesarias
Todos tenemos carencias, pero la mayoría de ellas no nos importan. Una necesidad es una carencia de algo que sí te importa. Puede ser una experiencia física, como la sed. O podría ser un deseo psicológico, como estar a la moda para ser aceptado socialmente y eso llevarme a querer cambiar el teléfono móvil por otro más nuevo. La falta puede ser también existencial, como ser una persona que demuestre más generosidad y más empatía con sus semejantes.
Esa misma necesidad o deseo que nos motiva puede ser vivida como algo positivo o también con emociones como angustia o miedo, pero en ambos casos se vive como una deuda. Pero dado que nos importa satisfacer esa necesidad, nuestra declaración antecede a la acción.
Por lo tanto, estas acciones están originadas en el sujeto que declara y es motivada por un sentimiento interior. La declaración que la caracteriza es el «yo debo». Por ejemplo, «debo controlar mis emociones».
Acciones Imperativas
Muchas de nuestras intenciones de todos los días comienzan con un «tengo que». Y no es muy difícil percibir el estado de ánimo que trae consigo el tengo que, ahora se me ocurre desgano, aburrimiento… Otras veces los tengo que vienen acompañados de la urgencia, la ansiedad, impaciencia, culpa y el enojo consigo mismo.
La acción que surge del tengo que, en principio depende del estado de ánimo, no es lo mismo el desgano que la culpa, pero en cualquier caso probablemente la acción no tendrá los resultados que más nos satisfagan.
Actuar desde el tengo que es como viajar en un vehículo con el freno de mano puesto. Así forzamos el motor para hacer con máxima esfuerzo y menor desempeño, lo que de otro modo haríamos con menos energía, y mayor efectividad. Cuando las personas nos liberamos de los tengo que, actuamos con más entusiasmo, con más liviandad y con mejores resultados.
Los tengo que son la voz de los mandatos, ese gran hermano que nos ve y nos señala con un imperativo, es un juez o alguien que nos toma examen y tiene la reprobación, siempre a mano.
Hay mandatos que se sostienen por mucho tiempo, tanto que hasta nos convencemos que por no haberlos realizado representan un fracaso personal. Siempre están al acecho para que podamos autocriticarnos y así dañar la autoestima. Es que estos mandatos traen infelicidad, inefectividad e impotencia.
Acciones Responsables
Son las decisiones y actos que asumimos conscientemente y con plena voluntad y libertad de «elegir». En estas elecciones nos hacemos cargo del impacto que generamos. Estas acciones pueden llevarnos a aciertos y errores, desde el punto de vista de los resultados, pero aun cuando el resultado no sea satisfactorio, las acciones responsables nos permiten aprender.
Cuando declaramos yo elijo, tomamos una decisión y, por añadidura, nos hacemos cargo de las consecuencias de estas acciones. A su vez somos conscientes de que esta elección está relacionada con un tiempo, un lugar y una experiencia. Por lo cual cuando algunas de estas circunstancias cambian, también pueden cambiar mis elecciones.
Las acciones responsables empoderan a cada uno a actuar y a cambiar y por lo tanto permiten desplegar el potencial personal, superando las limitaciones que anidan en las creencias limitantes.
De las acciones imperativas a las acciones responsables
Como vengo diciendo, la procrastinación está relacionada a las acciones imperativas. Ellas nos imponen un yugo del cual queremos liberarnos y su liberación nos genera culpa. Pero hay una manera de liberarse de los tengo que en la que no lo vivamos con culpa.
1-. Escuchar los tengo que.
Ya se trate de nuestra voz interior o bien de una conversación con otra persona.
2-. Reflexionar sobre los tengo qué.
¿Puedo cambiar esta acción imperativa por una acción responsable? O dicho en otras palabras, ¿puedo elegir la conducta con conciencia plena?
3-. Visualizar la recompensa.
¿Puedo diseñar la recompensa que lograre cuando esta acción responsable se concrete?
4-. Enfocarse en la acción de corto plazo.
¿Qué necesito para ponerme en acción? ¿Cuáles son los pasos a seguir? ¿Cuál es el primer paso?
Si ante la activación de la señal de procrastinación se logra poner en marcha una rutina virtuosa que motivada por una acción responsable, el hábito de procrastinación irá cediendo terreno. No hay garantías que el camino esté exento de tropiezos. Habrá marchas y contramarchas, pero el premio es importante.
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